
Los laberintos de los pacientes no neuróticos: las travesías de Freud, Klein y Green
December 17, 2025Mireya Elena Luis Castillo Garmendia
30 de mayo de 2025
Melanie Klein, para algunos visionaria por los aportes al tratamiento de pacientes no neuróticos mediante sus hallazgos en las etapas tempranas al desarrollo y, para otros, dogmática. Klein ha sido y será polémica, en parte, por la complejidad de su obra y, también, debido a la amplia ramificación de sus planteamientos que quedaron sugeridos, aunque no profundizados y, mucho menos, sistematizados con rigor. Sin embargo, no se puede negar que esas ideas dieron pie a que sus alumnos-intérpretes-herederos y seguidores, como Hanna Segal con su Introducción a la obra de Melanie Klein, Betty Joseph y Ester Bick, entre otros, complementaran, construyeran e innovaran, de manera similar a como lo hicieron Meltzer y Bion, a partir de su legado.
A lo largo del tiempo que he revisado su teoría, me vuelvo a encontrar atrapada, y a la vez encantada, por conocer y entender cada uno de sus aportes. Su propuesta implica la superposición y profundización de las variables que desarrolló de manera continua y que, con rigor evidente, dialogan con lo planteado por Freud hasta madurar por sí sola con ramas y frutos nuevos para el psicoanálisis.
La obra de Klein parte de la observación y del trabajo con infantes; es esta mirada la que permite enfocar los momentos tempranos de la formación y desarrollo de la mente. Estos nuevos enfoques fluyen a través de distintas posiciones o estados mentales, en los cuales se van perfilando las diferencias, tanto de mecanismos de defensa, como de la identificación de argumentos que responden a fantasías inconscientes; gracias a la obra y esfuerzo mental de la autora, hoy podemos distinguir esto con mayor claridad.
El trabajo de Klein oscila entre dualidades: pecho bueno / pecho malo; proyección / internalización; posición esquizoparanoide / depresiva (Klein, 1975b). Su aporte consigue integrar todo su pensamiento como una totalidad (objeto total), mediante conceptos que permiten su interpretación en términos de “normalidad” y “enfermedad” o, de mejor manera: diferenciar un desarrollo satisfactorio de aquel que no lo es. En este sentido, los conceptos en la obra de Klein son cadenas de conocimiento que se atan y dan sentido al profundizar en las etapas tempranas de la vida y su tránsito por éstas. Sus aportes derivan de un planteamiento dialéctico, el cual nos permite entender que el vaivén entre posiciones acompaña a cada sujeto a lo largo de su vida.
En el presente ensayo, pretendo abordar algunos conceptos que se encuentran relacionados con la aportación teórica del Superyó tirano. Lo anterior, a fin de acercarme de forma más efectiva al origen de las fantasías inconscientes que se hallan unidas como sombra en los pacientes que presentan fallas en su desarrollo temprano; los cuales son afectados en su vida cotidiana por sentirse extremadamente ansiosos y perseguidos casi por cualquier cosa.
La propuesta teórica de Klein, pero sobre todo su implementación en la clínica, han permitido el acceso y profundización al trabajo con pacientes no neuróticos, además de dar pie a una nueva veta de indagación para identificar otros padecimientos.
Para efectos de este trabajo he revisado tanto los trabajos clásicos de Melanie Klein, como una serie de artículos y fragmentos de libros de pensadores que han profundizado y actualizado su planteamiento, lo que se conoce como escuela post-kleiniana, y cuyos trabajos se encuentran referidos al final del texto.
El ensayo se encuentra dividido en apartados en los que relaciono los distintos conceptos kleinianos que permiten la construcción teórica del Superyó tirano, además de incluir una viñeta que permite sentir y conocer la mente de los pacientes que padecen este fenómeno mediante una profunda y dolorosa ansiedad persecutoria, a su vez detonada por una envidia excesiva.
Para ello, utilizo fragmentos del material que corresponde a un paciente varón de 30 años, psicólogo de profesión, a quien veo tres veces a la semana y con el cual llevo trabajando dos años y medio. Paciente de la clínica que ha trabajado conmigo de manera continua desde entonces.
1.-Las fantasías inconscientes y los objetos internos
Las fantasías inconscientes están, por debajo no sólo de los sueños sino de todo pensamiento y actividad, tanto creativos como destructivos, incluyendo la expresión de las relaciones internas de objeto en la situación analítica.
(Bott, 2007, p. 44)
El concepto de fantasía no es riguroso ni único. Ha sido empleado de distintas maneras a lo largo de la teorización psicoanalítica desde Freud: algunas veces lo utiliza en el abordaje del pensamiento, tanto en el proceso primario como en el secundario; y, en otras ocasiones, lo emplea vinculado al cumplimiento del deseo, como parte del sueño diurno, o bien, transformándose en fantasías inconscientes mediante la represión.
Freud y Klein coinciden en que es una actividad mental o un guión. Laplanche y Pontalis (2004) mencionan en el Diccionario de psicoanálisis que las fantasías inconscientes se encuentran presentes desde el nacimiento como un “guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo y, en último término, de un deseo inconsciente” (138).
Pensar en el término fantasía remite, en principio, a las fantasías originarias (escena primaria, castración y seducción por un adulto), vestigios de una verdad prehistórica de los tiempos primigenios de la familia humana; pero la creatividad, imaginación y elocuencia de ambos pensadores les permite coincidir también en que las fantasías son representantes psíquicos de las pulsiones. Sólo es necesario acotar que el aporte de Klein al uso del término fantasía, expande la combinación de la imaginación y la creatividad al integrarla con el amor y la agresividad, cuestiones presentes en los individuos desde su origen a la vida. (Bott, 2007)
Esas fantasías amorosas y agresivas que Klein identificó en su trabajo con infantes, son las que dan pie a la creación de los objetos internos, al concebir estos como la interiorización de la familia nuclear: papá, mamá, hermanos y sujeto (primeros objetos), los cuales constituyen una parte fundamental del mundo mental.
Dependerá de la forma en cómo se relacionan las fantasías inconscientes con la realidad externa e interna, que los sujetos naveguen entre los distintos estados mentales a lo largo del tiempo. Esto implica que las fantasías y los objetos internos se clasificarán, de acuerdo a la lectura que se haga de la experiencia de vida, en objetos internos buenos y malos; o bien, en objetos totales, cuando ambos aspectos del ámbito de lo real son integrados en su totalidad por el individuo.
El proceso de construcción del pensamiento temprano surge durante los primeros meses de vida del bebé, los cuales son fundamentales para la edificación de estas fantasías. Primero en tanto fantasías sensoriales y, después, como fantasías verbales. Éstas vinculan de manera gradual lo desagradable con objeto malo y lo agradable con el bueno, mediante la proyección y la introyección. Lo anterior no implica, necesariamente, que lo negativo sea desagradable o lo positivo agradable; he ahí la narrativa de la fantasía. En palabras de Bronstein (2015):
estas fantasías tempranas se constituyen a través de las experiencias somáticas y sensoriales del bebé en su íntima relación con el cuerpo de su madre. Permanecen encarnadas y cobran expresión mediante nuestra sensibilidad a los sonidos, los ritmos, a la distancia y proximidad física con los otros, a su mirada, su tacto. Están muy ligadas a las sensaciones de dolor/placer y de seguridad/peligro. (9-10)
Los contenidos en los discursos de los pacientes serán la manifestación de dichas fantasías, envueltas de forma dialéctica en la descripción de su interpretación de la realidad. De esta manera, logramos percibir la interiorización de sus objetos, mediante la escucha activa de lo asociado durante la sesión.
2.- Los objetos internos/internalizados
Otro aporte clave en la obra de Klein es la amplitud que proporciona a lo propuesto por Freud sobre los objetos; para él, un objeto es aquello que satisface una necesidad o deseo, lo que puede referir a una pulsión (vida/muerte), a la líbido (objeto de amor), o bien, a la pérdida del objeto (primigenio). (Bott, 2007)
Klein estructura su teoría a partir de las pulsiones y las relaciones objetales. Por ello, la cantidad de energía destinada a un objeto, cosa o idea (catexis de objeto) la vincula a la primera relación de objeto del bebé, la madre, pues considera que el proceso y la forma de este primer vínculo subyace en las catexias de los objetos. Es decir, el peso del desarrollo del primer vínculo es lo que define la manera de introyectar los demás objetos en tanto buenos, malos o totales. Para Klein: “la introyección es la actividad mental mediante la cual el niño, en su fantasía, incorpora todo lo que percibe en el mundo externo” (Bronstein, 2001, p. 115).
Freud divisaba sólo una catexis de objeto, mientras que Klein incluye en su planteamiento la interacción de las pulsiones de vida y muerte representadas desde las emociones de amor y odio. Argumenta que un bebé, desde el inicio de la vida, cuenta con la capacidad de sentir dichas emociones, al igual que montos importantes de ansiedad, derivados por la frustración y odio al no obtener lo que desea.
Las fantasías inconscientes serán, desde la mirada de Klein, la mezcla de estos elementos a lo largo del desarrollo de la mente del bebé, siendo la clasificación y decodificación de las experiencias de amor y odio lo que dará lugar a los objetos internalizados.
La internalización primera ocurre con objetos parciales: pecho bueno / pecho malo. Mediante la proyección de su propia agresión elabora el pecho-objeto malo, pudiendo introyectar el pecho malo dentro de sí. En el mismo sentido, el pecho-objeto bueno, que alimenta, da calor y emociones gratificantes se introyecta como pulsión de vida. El bebé vivirá los objetos parciales como totales.
Los objetos internalizados configurarán las relaciones de objeto del individuo a lo largo de su vida; la repetición de situaciones que replican las fantasías inconscientes asociadas con estos primeros objetos será una constante que se revivirá también en la sesión analítica mediante la transferencia y contratransferencia.
3.- La angustia como causa y efecto
Klein afirma que, al nacer, no sólo contamos con características constitutivas, sino que todos nacemos con la capacidad de amar y odiar, lo cual nos lleva a experimentar tanto el placer como la angustia desde el nacimiento.
La angustia, en tanto respuesta automática del cuerpo ante el desamparo, activa el desarrollo psíquico; moviliza tanto la creación de fantasías inconscientes como su interiorización a partir de la parcialización de los objetos, o bien, mediante la formulación de objetos totales. La angustia per se no es nociva, gracias a ella se detonan los procesos y el desarrollo mental. Sin embargo, las patologías se originan, en parte, por la angustia del vaivén del pecho bueno y malo; esto es, por la proyección de todo aquello no placentero resultado de fantasías inconscientes fragmentadas y objetos parciales que en conjunto se traducen en dolor mental. Este cruce de sentimientos de amor y odio, serán para Klein el detonante de las ansiedades. (Hinshelwood, 2018)
Marco Chiesa (2015) hace referencia a los impulsos destructivos primigenios dirigidos hacia la fuente de vida, hacia ese pecho nutricio y gratificante que produce la fantasía de un pecho inagotable y dispuesto sólo para el bebé; pero, cuando esto no ocurre, la frustración de no poder saciar su hambre desata la angustia y la ira al verse privado de la gratificación. De esta manera se construye: “La experiencia que el bebé tiene del pecho ausente como un objeto maléfico que infringe dolor y le lastima, [lo cual] dispara sentimientos de hostilidad hacia el objeto deprivador y frustrante” (101).
Los impulsos agresivos se vinculan a la pulsión de muerte y dan pie a reacciones de ansiedad, dolor y culpa. Estas reacciones ocurren ante objetos internos y externos, por lo que cobra sentido el peso que Klein otorga a la relación con mamá, el vínculo definitivo para la estructuración de la mente.
Mamá se manifiesta como el objeto que desea ser auscultado por el bebé por dentro y por fuera, es ésta quien genera la extrema curiosidad del bebé por conocer su cuerpo y penetrarlo para destruir los bebés, penes, heces y lo que sea que tenga en su interior, para además atacarlo sádicamente. Esas fantasías, derivadas por el deseo epistemofílico de conocer, se acompañan de culpa. La ansiedad profunda que ocurre al destruir lo amado se transforma en una gran culpa; entonces, ese deseo epistemofílico se convierte en celos destructivos o en una profunda envidia, lo que conduce a agredir también la escena primaria parental, su propio origen.
En consecuencia, aparece la angustia persecutoria y el miedo terrible a ser castigado de forma inversamente proporcional a la agresividad proyectada; es decir, de igual o mayor manera, los impulsos sádicos vuelven y atacan para destruir y aniquilar todo.
Cada individuo tiene diferentes montos de angustia, así como varía la resistencia a la frustración y el dolor mental de persona a persona. Klein hace referencia también a esas partes ambientales y constitutivas que permiten procesar las experiencias con mayor o menor sensibilidad: pone énfasis en la relevancia de los primeros años de vida, en los que el desarrollo del aparato psíquico permitirá —o no—, que las vivencias sean procesadas como persecutorias o bien, que al momento de experimentar culpa, ésta sea —o no— reparatoria.
En este sentido, la ansiedad es a la vez origen y consecuencia de aquellos estados patológicos que pueden llegar a ser no neuróticos y graves cuando se combinan con las defensas esquizoparanoides donde los objetos parciales atacan y aniquilan constantemente la mente del individuo.
Los objetos internos se forman de fantasías inconscientes y, mediante la introyección, van constituyendo partes del Yo. Guiones, relatos y hasta reacciones sensoriales se conciben relacionados al contacto emocional que establecen con los otros, a partir de estos objetos internos buenos y malos primarios.
Los lugares en la mente donde habitan estos objetos pueden ser peligrosos, dañinos, inseguros y violentos; ahí, de forma potencial, los objetos buenos pueden reducirse de manera continua al depender del papel desempeñado durante la formación del Yo y el Superyó.
4.- La envidia como ataque al pecho bueno
La envidia contribuye a las dificultades del bebé en la estructuración de un objeto bueno, porque él siente que la gratificación de la que fue privado ha quedado retenida en el pecho que lo frustró. (Klein, 1975a, p. 186)
Para Klein (1975a), la envidia también opera desde el comienzo de la vida y tiene su base constitucional (181); al ser la primera relación de objeto tanto en el vientre como posterior al nacimiento, el vínculo nutricio, contenedor y formador de vida se transforma en pecho bueno al ocurrir la separación (nacimiento) de la madre. “El pecho bueno es admitido y llega a ser parte del yo, de modo que el niño, que antes estaba dentro de la madre, tiene ahora a la madre dentro de sí” (184).
La primera ansiedad, que posteriormente Winnicott denominará como ansiedad de aniquilación, es la que ocurre durante el parto. Esta es la primera separación de ese espacio donde todas las necesidades que eran saciadas sin límite y en la medida perfecta o “ideal” para ese bebé son aniquiladas al pasar a un estado de dependencia absoluta del otro para poder cubrir, no solo las mínimas, sino la totalidad de las necesidades de alimentación, calor, afecto y cuidado que cada bebé demanda para igualar el estado perfecto que tenía en el vientre de mamá. Esta primera ansiedad persecutoria es la que da lugar al pecho bueno y al pecho malo:
[…] el anhelo del niño por un pecho inagotable y siempre presente, de ningún modo se origina sólo en los deseos libidinales y la necesidad vehemente de alimento. El impulso por obtener evidencias constantes de amor de la madre aún en las épocas más tempranas, tiene su raíz fundamental en la ansiedad. […] Sus deseos implican el anhelo de que el pecho, y luego la madre, supriman esos impulsos destructivos y el dolor de la ansiedad persecutoria. (185)
La envidia es parte de este proceso de internalización que ocurre dentro de las relaciones primitivas de objeto, en específico la relación más temprana con la madre. La envidia se encuentra dirigida a esta parte gratificante del pecho bueno, hacia aquella gratificación y felicidad no recibida al instante de ser demandada, por lo que el niño siente profunda frustración y agrede al pecho bueno por negarle, aún cuando cuenta con la capacidad nutricia ilimitada, su pecho bueno. La envidia es “un aspecto destructivo de la identificación proyectiva que parte desde el comienzo de la vida” (Klein, 1975a, p. 187)
Los aspectos genéticos, el impacto del nacimiento, la forma en la que se da el primer vínculo con el pecho, las gratificaciones, frustraciones e internalizaciones del pecho, la actitud de la madre, su capacidad continente (en términos de Bion), la labilidad o fortaleza del Yo y la mezcla única de los montos de amor y agresividad, serán los que definan la naturaleza e intensidad de la envidia en cada individuo.
Cuando la envidia excesiva se apodera del sujeto, cuando la interiorización de objetos malos persecutorios supera en fantasías y se lanza de ida y vuelta (hacia afuera, hacia dentro), el resultado es una aguda, constante y dolorosa ansiedad que minimiza las buenas experiencias, el amor; en tanto ya nada es suficiente. Chiesa (2015) señala que:
bajo la influencia de la envidia el bebé desea ante todo poseer las buenas cualidades del objeto y entonces, cuando se da cuenta de que esto no es posible, ataca y lastima la buena experiencia y el objeto mismo. La envidia, por tanto, trata de situar la maldad dentro del objeto en forma de excrementos malos y de partes malas del self; este proceso se acompaña de la fantasía de desprenderse de los propios impulsos destructivos. (101)
Una vez que se ataca al objeto bueno y que, producto de la agresividad, se convierte en una serie de objetos vengativos, sádicos y malos, el objeto bueno ahora se internaliza como malo, agresivo y hostil. El círculo vicioso sigue y es muy difícil que los objetos buenos reestablezcan el equilibrio, en tanto han sido fuertemente atacados. Mientras más se ataca y re-ataca al objeto bueno, se va minando la capacidad de reducir el odio y mirar la capacidad de bondad, amor y unión. En palabras de Klein: “el sentimiento de haber dañado y destruido el objeto primario menoscaba la confianza del individuo en la sinceridad de sus relaciones posteriores y le hace dudar de su propia capacidad para amar y ser bondadoso” (Klein, 1975a, pp. 194-195).
En este punto, es muy difícil para el paciente tener experiencias agradables en su cotidiano, no se cree merecedor de éstas, los ataques a sus objetos buenos han sido tantos y tan constantes que esa envidia extrema lo mantiene alejado de la posibilidad de goce.
Con respecto de la envidia en la sesión analítica, Marco Chiesa (2015) señala:
al contactar con el paciente y ofrecerle la comprensión que le beneficia, el analista, implícitamente, pone en entredicho la desvalorización que el paciente hace de él y sus fantasías omnipotentes de superioridad sobre el mismo. […] las interpretaciones provechosas amenazan con exponer al paciente a una dependencia del analista y a su necesidad de un objeto bueno. (102)
5.- Superyó tirano
Desde un punto de vista metapsicológico, los objetos internos tienen un rol fundamental en el desarrollo del Yo y del Superyó. En ambos casos, la fijación en objetos parciales, o bien la severidad o persecución al ser interiorizados, serán la voz que limite, castigue o permita la relación con los otros de una manera amorosa, persecutoria o, incluso, sádica.
En este sentido, pensar en un Superyó hostil, es asociarlo a un objeto parcial malo, que persigue desde dentro.
En el niño pequeño el Superyó tiene un carácter muy extravagante y fantástico. Este representante interno de los padres se ha creado a partir de figuras imaginarias formadas no sólo a partir de su propia naturaleza, sino también de la proyección en ellos, de los propios impulsos del niño. El niño, después, incorpora esta percepción distorsionada de los padres que no puede coincidir con la imagen que ofrecen los padres reales. (Bronstein, 2015, p. 123)
El Superyó tirano actúa sobre un Yo infantil, débil, que no pudo incorporar a unos padres nutricios, protectores y/o amorosos, sino que opera bajo la venganza, las amenazas, la inseguridad y la descalificación. Es un círculo vicioso en el que ataca al objeto y se crea una excesiva ansiedad y angustia por ser atacado de vuelta. Bronstein señala más adelante:
Klein considera el Superyó sádico temprano como el brote de impulsos destructivos muy intensos al proyectarse en los objetos externos; estos se vuelven peligrosos al crear más miedo y ansiedad, instaurando un círculo vicioso que impele al niño a atacar al objeto, creándose así más ansiedad todavía. (123-124)
El origen de este Superyó tirano es una construcción mental que se desarrolla desde los primeros momentos de vida, desde la primera escisión de pecho bueno-pecho malo necesaria para la elaboración mental de un yo y un otro, depende también de las relaciones y los vínculos amorosos y agresivos que se van procesando poco a poco en la mente del bebé. En este sentido, es importante volver a enfatizar que cada individuo proyectará e integrará dependiendo de su propia intensidad y grado de omnipotencia, por lo que algo de envidia y odio no sólo estarán presentes a lo largo de la vida, sino que serán enfrentadas de manera diferente entre quienes consigan la interiorización profunda de objetos buenos que permitan el surgimiento de gratitud, amor y felicidad, a diferencia de quienes experimentan lo descrito por Klein (1975):
por envidia excesiva, expresión de los impulsos destructivos, interfiere en la disociación primaria entre el pecho bueno y el malo, y es por ello que no puede ser suficientemente lograda la estructuración del objeto bueno. Así queda sin establecerse la base para una personalidad adulta plenamente desarrollada e integrada, puesto que es perturbada en distintos sentidos la posterior diferenciación entre lo bueno y lo malo. […] Una disociación muy profunda entre los dos aspectos del objeto indica que no son el objeto bueno y el malo los que se mantienen separados, sino un objeto idealizado y uno extremadamente malo. (Klein, 1975a, p. 197)
El planteamiento que Klein perfeccionó a lo largo de sus descubrimientos, nos permite contar con esta interpretación que pone el énfasis en las etapas tempranas de la vida y del desarrollo mental. Son muchos los aspectos que se ponen en juego en esos primeros contactos, vivencias y experiencias tempranas entre la mamá y el bebé
Como hemos visto hasta este punto, la interiorización no satisfactoria de los objetos está asociada a problemas mentales graves que afectan profundamente la calidad de vida de los pacientes, quienes se acostumbran a vivir con montos de ansiedad y agresión muy altos, los cuales pueden incluso impedir su crecimiento profesional, además de afectar su vida amorosa o familiar. Esta interiorización se refleja directamente en la forma en cómo los pacientes se relacionan y construyen sus vínculos.
Bibliografía
- Bott Spillius, E. (2007). El concepto de fantasía según Freud y Klein (32-44). En C. Bronstein (Ed.), La teoría kleiniana. Una perspectiva contemporánea (P. Folch, Trad.). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 2001)
- Bronstein, C. (2015). ¿Qué son los objetos internos? (113-115). En C. Bronstein (Ed.), La teoría kleiniana. Una perspectiva contemporánea (P. Folch, Trad.). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 2001)
- Chiesa, M. (2015). Envidia y gratitud (99-112). En C. Bronstein (Ed.), La teoría kleiniana. Una perspectiva contemporánea (P. Folch, Trad.). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 2001)
- Hinshelwood, R. (2018). Anxiety and phantasy (69-75). En J. Abram & R. Hinshelwood (Eds.), The Clinical Paradigms of Melanie Klein and Donald Winnicott. Routledge.
- Klein, M. (1975a). Envidia y gratitud y otros trabajos (181-240). En Obras completas de Melanie Klein (Vol. 3). Paidós.
- Klein, M. (1975b). Obras completas de Melanie Klein (Vols. 1–3). Paidós.
- Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (2004). Diccionario de psicoanálisis (F. Gimeno Cervantes, Trad.). Paidós. (Obra original publicada en 1967 como Vocabulaire de la Psychanalyse)
Notas al pie
1.- Como la consideró Ana Freud quien a lo largo de los debates de la British Psychoanalytical Society en los años cuarenta del siglo XX mantuvo su crítica tanto a la clínica como a la metapsicología bajo el argumento de falta de rigor académico en la formulación de las aportaciones de Klein, al considerarlas fuera de la tradición freudiana.


